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Crónica: Emboscada a Mario Vargas LLosa

5:42, Posted by Luis Moisés Escobar Bastidas, No Comment

J. Leonardo Mendoza
Estudiante Escuela de Filosofía

Todo sucedió de golpe. Es difícil contar esta historia. Parece fácil, pero en verdad no lo es. Podría ser una de esas historias que ocuparían centenares de páginas si me remito a la raíz de aquella curiosidad, pero prefiero ahorrármelas y empezar desde ya sin vacilaciones. Hace meses terminaba de leer el artículo de opinión que apareció en El Nacional de Mario Vargas Llosa llamado New York, New York, donde dice el escritor que hoy en día la ciudad de Manhattan es la Babilonia del siglo XXI, la Torre de Babel moderna, la capital del mundo actual: el Aleph borgiano. Luego de haber leído el artículo dominical mi madre se acercó a mi habitación para decirme que me vistiera, que íbamos a ver a Noe que acababa de llegar de Washington en casa de Inés. Debo confesar que no tenía muchos ánimos de salir de casa. Quizá tenía pensado leer Crimen y castigo, de Dostoievski. Aún así dije que OK.

Cuando llegamos, al verme, Noe me obsequió ufusivamente literatura sobre el nuevo museo de periodismo que había sido inaugurado en Washinton. Luego de recibir el presente —del cual ya sabía de la existencia del nuevo museo gracias a un artículo escrito por el propio Don Mario— vino una vaga conversación sobre cómo estaba, qué hacía y qué estaba leyendo; así se conformó el círculo de preguntas que Noe formuló. Dije que había terminado de leer Travesuras de la niña mala, de Vargas LLosa. Hablamos de la obra, de las percepciones que nos había dejado. Fue allí cuando Noe me preguntó si ya conocía a Vargas Llosa. Yo le dije que no. Que ganas no me faltaban. Pero que para conocerlo tendría que ser alguien más importante. Noe me dijo que no necesariamente, que ella ya lo conocía. Que estuvo con él en un almuerzo en New York, (presumo que en el período de dos meses que Vargas Llosa vivió en la nueva meca de los jóvenes artistas y creadores, como lo fue París para generaciones anteriores), y que era una persona tratable, muy amigable y con un profundo sentido nostálgico. Allí conversaron sobre literatura francesa, de periodismo y de política en relación con las pasadas elecciones en EE.UU y sobre la situación de Venezuela y el resto de América. Dice Noe que Don Mario criticó lúcidamente al presidente Chávez y tuvo varios argumentos a favor del ahora presidente Barack Obama. Fue allí cuando germinóseriamente la curiosidad por conocer a Don Mario.

Falsa Alarma

La primera tentativa de abordar al escritor peruano sucedió el 8 de agosto de 2008. Supe que Don Mario visitaría Venezuela porque mi amigo Deive Pérez, cómplice en la laboriosa tarea de llevar dos carreras, me informó que él venía a ver el montaje de su pieza teatral Al pie del Támesis, que estaba bajo la dirección de Héctor Manrique y contaba con la impecable actuación de Iván Tamayo y Carlota Sosa. La pieza se iba a desplegar en el Teatro Trasnocho a las 10:00pm. Sólo esa función contaría con la presencia de Don Mario. Bueno, le dije, vayamos, mientras observaba en la televisión la entrevista que le realizaban en la sala de prensa del teatro. Llamé a Deive para decirle que comprara mi entrada, que él iba a llegar primero y que yo salía en diez minutos. Siete minutos después sonó de nuevo mi móvil: era Deive, que ya las entradas estaban agotadas. ¡Mierda!, dije.

Segunda tentativa

9 de diciembre de 2008.

Como dije al principio de este escrito todo sucedió de golpe. Y fue así: estaba en la Escuela de Filosofía de la UCV. En ese instante estábamos conversando sobre las cosas que pueden conversar estudiantes amantes de los libros y el teléfono de Víctor de Sá, compañero de Universidad, recibió un mensaje de texto de Diana, su novia, que decía que Vargas Llosa estaba en el Aula Magna. Hubo dos segundos de silencio hasta que dije, bueno vamos. Y por no exagerar no diré que fuimos todos corriendo, pero sí nos apresuramos y seguramente mientras caminábamos parecíamos que íbamos apurados. Cuando llegamos al Aula Magna recibimos las instrucciones sobre cómo comportarnos de parte de los muchachos que trabajan en protocolo. Asentimos sin prestarle la mayor atención.

Descontento. Cuando entramos al Aula Magna estaba hablando el Alcalde Mayor Antonio Ledezma. Descontento no por él, sino porque a quien quería escuchar era a Don Mario. Nos sentamos. Al final del discurso de Ledezma, él sugirió que todos se levantasen para jurar defender la libertad y la democracia en Venezuela. Casi todo el auditorio se levantó de sus asientos y levantaron la mano derecha para el juramento, aunque varias personas no acudieron al llamado del actual Alcalde Mayor. No sé por qué no se levantaron los demás, este omnisciente se distancia de Balzac. Luego subió al escenario el periodista Miguel Ángel Rodríguez, no le presté mucha atención.

Comenzó el show. Soledad Bravo le dedicó el concierto a Vargas Llosa por sus incontables méritos y a los 'presos políticos'. La cantante interpretó piezas de Manuel Serrat, Silvio Rodríguez, entre otros. Cuando terminó la gala en honor a los funcionarios detenidos por los sucesos de Abril de 2002, luego de poco más de una hora, las luces de la Aula Magna se encendieron, las Nubes Acústicas incrementaron la traca palmar al final del acto en un ensordecedor aplauso. Vi a Vargas Llosa a lo lejos: decidí acercarme. Caminé contra el río humano que se abalanzaba hacia el escritor para pedirle autógrafos, saludarlo y tomarse fotografías. Al fin llegó el momento, después de literalmente haber remado contra decenas de almas, estuve a su lado. Le toqué el hombro, le dije que cómo estaba, Don Mario. Que yo era un estudiante, que estoy en la lucha, la ardua lucha de la escritura.

Sinceramente, estaba mentalizado para ser ignorado. Pero no fue así: rápidamente se presentó, me dijo que qué bien, con una inmensa sonrisa en su cara, mientras estrechábamos nuestras manos. En seguida me preguntó que a qué me dedicaba, que si a la poesía, el ensayo o a la novela. Le dije que a la narrativa, el cuento, la novela, el periodismo. Me felicitó. Le pregunté que a qué autores debería leer, y antes de recibir su respuesta le sugerí a Borges, Bolaño, Pamuk, Cortázar, Dostoievski. Me dijo que sí, pero más que un autor en específico debería tener presente la disciplina, la constancia, la paciencia. Además, dijo, dedicarse a un solo autor es cosa de ensayistas. Para el escritor de novelas es imprescindible el conocimiento de muchos estilos literarios para tener consciencia de qué es un criterio y así formar el propio. Le dije, también es bueno leerlo a usted, Don Mario. Me dijo, modestamente, que no lo leyera a él, que no vale la pena. Me reí porque sé que esa modestia forma parte de la mayoría de los grandes escritores. Los flashes de las cámaras que se accionaban a cada instante habrán registrado cada segundo que pude conversar con Don Mario. Antes de irme, le pregunté, Don Mario, déme un consejo clave. Me miró a los ojos, levantó su mano y me apuntó con su dedo índice, es decir, me indicó esto: la autocrítica, eso es lo más importante, debes tener una constante autocrítica. Le di las gracias y me despedí, Don Mario se sonrió y me deseó suerte.

Disciplina, constancia, paciencia y la más importante: LA CONSTANTE AUTOCRÍTICA, son las claves de la escritura.

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