Navigation


RSS : Articles / Comments


¿Racionalmente Libres?

6:44, Posted by Luis Moisés Escobar Bastidas, No Comment

Alexander Rodríguez
Estudiante de la Escuela de Filosofía

Es difícil comenzar a hablar sobre el tema del destino en contextos distintos al esotérico, habrá quienes (en franca alegoría a este sentido místico de la expresión) saldrán al paso alegando que las estrellas componen el cuadro que completa su significación. Otros vendrán al encuentro del tema abrigados en la manera en que esto acabaría por comprometer a un ser humano esencialmente libre.

Es probable que este par de definiciones abarquen los extremos más sobresalientes del término, evidentemente caben variaciones dentro de dichas significaciones, sin embargo, accédase a postular estas dos principalmente.

Es sumamente interesante como la concepción de un destino o la supresión de esta palabra del vocabulario del hombre parece ofrecer dos visiones de la humanidad sumamente contradictorias, hablar de libertad será siempre un tema difícil de descifrar sin terminar haciendo una definición dentro de un marco específico, y ello abre paso a aceptar la existencia del destino, por otro lado las múltiples implicaciones que estima la toma de decisiones en el ser humano difícilmente permitan que se acepte del todo que exista tal cosa como la libertad.

La libertad, aún por encima del tema del destino es quizá el punto que se pretende desarrollar con mayor profundidad al cariz del presente esbozo. Un hombre cada vez más inmerso en la gran gama de actividades y roles que le impone una sociedad como la actual, parece haberse abandonado al sentido trivializado del término, en donde libertad sólo se resumirá en expresiones como la de hacer, decir o pensar cuanto le apetece.

Por otra parte la realidad parece ser distinta, ¿hace en efecto el hombre de hoy lo que desea? ¿no se ve este sujeto a una serie de parámetros establecidos por una sociedad de consumo dotada con herramientas de comunicación masiva? En este cuestionamiento que podría hacerse al papel desempeñado por el aparato comunicativo es necesario ser cuidadoso, pueden surgir personas cuya balanza conceptual se desparrame hacia uno de los costados ideológicos, y esto es seguramente válido, sin embargo lo que en realidad se intenta expresar acá es, ¿hasta qué punto esto afectaría un tema como el de la libertad?

El ser humano tiene la capacidad de sopesar las situaciones, esta es seguramente su mejor arma para defenderse de un destino cierto; mas sin embargo, lo limitado del rango de actuaciones a emprender o tomar en cuenta por su parte, impide que se pueda considerar la libertad como un absoluto. En este orden de ideas, parece comprensible el que los temas de carácter social presentan una problemática en cuanto a la fijación de conceptos que aún siendo tan básicos como el de libertad (que no necesariamente sólo se puede observar en contraposición con una determinación) no escapan al turbulento entramado racional de las discusiones.

Día a día el hombre postula junto a sus congéneres su concepción de mundo, dicha concepción de mundo debe mediar en un ambiente que le es hostil, no por falta de una capacidad reflexiva, sino aparentemente por la naturaleza positivista del pensamiento, pensamiento que ha degenerado o ha sido siempre, una simple visión instrumental de los elementos que contextualizan las actuaciones humanas.

Es una necesidad evidente (pero no por eso totalmente clara para todo mundo más allá de una necesidad instrumental o técnica) la toma no sólo de resoluciones sino de acciones concretas respecto a los diferentes problemas que se plantean en la realidad del individuo, pero ¿qué ocurre si en lugar de apelar a esta capacidad reflexiva, el ser humano se limita a imitar modelos, actitudes o soluciones que han sido propuestas por agentes externos a él y que pueden llegar a ser contradictorios a su constitución moral y psíquica? Una muestra de este interés por delegar la capacidad reflexiva del hombre es el auge de programas de opinión (al menos en el ámbito social) donde se asiste a encuentros con opinadores de profesión, que seguramente con las mejores intenciones (beneficio de la duda), desde su perspectiva, ofrecen criterios que han sido sopesados en base a un conceptualización personal que difícilmente sea compatible entre una y otra persona.

Tras ceder y asimilar el establecimiento de juicio de un agente externo, el hombre debe defender los puntos de vista que aún pareciéndole adecuados no alcanza a comprender del todo, así, es posible mirar a personas que esbozan uno u otro ideal político y al ser cuestionados sobre consideraciones puntuales alcanzaran apenas a repetir en el mejor de los casos y de memoria los lineamientos establecidos por los gurúes de la información, pero que en las más de las veces sólo alcanzan contradecirse y terminar insultando a quien les cuestiona.

Una concepción instrumental del razonamiento no deja de ser válida, y probablemente este uso del raciocinio en parte permite al ser humano ser lo que es, pero la pregunta más importante sería la que interrogue sobre la manera en la cual esto termina por trastocar los linderos de una razón que parece haberse quedado rezagada con respecto al avance de uno de sus más sobresalientes vástagos, la ciencia. No se pretende de ninguna manera señalar acá que la ciencia esté limitada a ser una simple visión instrumental de la razón, al menos no del tipo que se refirió en los párrafos precedentes, ya que existe una serie de marcos conceptuales sin cuyo uso dinámico el movimiento de la ciencia se vería afectado.

El asunto más bien parece llevar a pensar que la determinación que acabará por limitar definitivamente la capacidad reflexiva del hombre será la mezcla de una concepción de la ciencia como principal motor de la humanidad y la rutina por el otro lado, una ciencia que aún dentro de su dinámica no deja de estar limitada a una serie de marcos que independientemente de sus múltiples combinaciones no plantea justamente un salto al infinito, propio de la ilimitada capacidad resolutoria del hombre sino de su capacidad para sujetarse a rutinas (quién sabe por qué razones), rutinas que le llevan momento a momento a delegar su raciocinio y con ello a enajenar su libertad de pensamiento, cuyo principal enemigo no es precisamente la promulgación de legislaciones o concepciones doctrinarias.

No Comment