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Respecto al cierre de 32 emisoras radiales y dos canales de televisión

6:42, Posted by Luis Moisés Escobar Bastidas, No Comment

Gustavo Vera
Estudiante de la Escuela de Filosofía

En esta aciaga hora para el país me resulta imposible simplemente tomar una posición privada, una posición que sólo esté expuesta al interior de mi hogar y a los ojos y oídos de mis allegados, y seguir en paz conmigo. Un cierto y oculto sentido moral hoy me obliga a no quedarme tan quieto como siempre y contribuir, en lo posible, a ofrecer alguna oposición al avasallaje gubernamental del cual somos hoy victimas.

Si se me preguntara por qué creo que la acción del Ejecutivo con respecto a las radios y televisoras, que el viernes último día del mes de junio fueron informadas por el Ministro Diosdado Cabello que debían cesar de transmitir, son injustas; respondería de entrada, que lo justo no se mide con la vara del Derecho, la cosa va siempre al revés. Y es que en realidad un hecho justo es aquel que está apegado al deber. Puede que él mismo esté o no en consonancia con la legislación imperante, eso no podrá restarle su carga de justicia; pero sí que dice mucho de la injusticia de la ley imperante. No puede ser justo que más de 1400 empleos entre directos e indirectos se pierdan y que el sustento del mismo número de familias se vea en peligro, tan sólo con la excusa de estar “cumpliendo con la ley”. No puede ser justo que la diversidad que esas frecuencias transmitían se extinga, dando paso a transmisiones serviles y mediocres como las de Tves, bajo el falso argumento de “democratizar y acabar con el latifundio de la radio”.

Un Gobierno que procure el bienestar de aquellos a los que gobierna, buscaría la forma que la legalidad permite para concertar una salida conjunta al problema, y con ello, legalizar las radios y los canales que hoy se ven acallados, asegurándose el empleo de los trabajadores.

Esta manifiesta injusticia no sólo es un pase de factura contra esos medios de comunicación, es también y sobre todo, un último esfuerzo del gobierno para llegar a las venideras elecciones parlamentarias (que son las cruciales), si no con una mayor industria de la propaganda, sí con un adversario mucho más débil desde la perspectiva mediática, afectándole seriamente las posibilidades de instalar una organización electoral efectiva.

El Gobierno sabe muy bien que un poder tan grande e influyente como el de la opinión pública, no puede ser desatendido de ninguna manera. Teniéndola, se tiene la voluntad de la gente y se ganan elecciones de forma honesta. Teniéndola, se obtiene, entre otras cosas, el poder. También, está plenamente conciente, de que necesita de una plataforma mediática potente que lleve su mensaje a muchos, a ver si convence y se hace con el respaldo de las mayorías; procurando, desde luego, que la plataforma adversaria, sea menor a la de ellos, o por lo menos, que no le supere. No es de extrañar entonces, que emprenda una batalla por el control total de los medios de comunicación privados, bajo cualquier alegato, si se trata de defender su existencia.

Pero el argumento del Gobierno desde el cual sustenta su ataque a los medios de comunicación privados, no debe convencer. No debe hacerlo, porque o se equivocan de palmo a palmo o mienten descaradamente cuando sostienen que los medios enferman. Y es que esa afirmación no hace más que sostener por debajo de cuerdas, que el hombre es un ser que sólo especta, que no intenciona; un ser, por lo tanto, que no elige lo que quiere. Cuán obvia es la falsedad de esa afirmación. Si yo viera que un canal que me está enfermando, es decir, me está vendiendo lo que no quiero comprar, me está tratando de convencer de lo que no quiero ser convencido, simplemente lo cambio. Por ello, evidentemente debe concluirse, que se elige lo que se quiere ver, que se elige lo que se quiere elegir.

Esto no es nuevo. Dicha posición retrógrada fue sostenida por los ideólogos del marxismo cuando este florecía, bajo el rótulo de la teoría del reflejo. Que entendía a la conciencia como facultad refractaria. Mas esto fue criticado por aquellos días magistralmente por el filósofo Edmund Husserl, por medio de su descubrimiento que devela que la conciencia es conciencia de. Este hecho no es gratuito, concebir al hombre como una masa amorfa e inválida (como lo hace el Gobierno), obliga a actuar a aquellos que así ven las cosas, como si fueran tutores; y entonces, cual padre cuida a sus hijos, procede a decirle qué es lo bueno y qué lo malo, puesto que el hombre no lo puede saber por sí mismo.

Todas estas acciones del Gobierno, de tutelar en su formación y acción a los individuos, están fundadas, como hemos visto, en falsas premisas que conllevan a formas del totalitarismo, a manifestaciones del silencio, a la supresión de las diferencias, etc. Y a esos que tengan el valor de resistirse, serán llamados enfermos.

Ahora, en las actuales circunstancias, donde posiciones tan atrasadas encuentran guarida, me encuentro a la espera de que más y más personas se vallan dando cuenta de la farsa que solamente oculta intereses egoístas, de que más y más personas actúen desde su libertad y con un noble sentido del deber. En fin, sigo a la espera de que a cada vez más se los acuse de enfermos.

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