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Una crítica al artículo 32 de la actual ley de educación y una visión de la situación nacional en la cual se enmarca dicho artículo

6:45, Posted by Luis Moisés Escobar Bastidas, No Comment

Gustavo Vera
Estudiante de la Escuela de Filosofía

Corren los rumores de que la amenaza ministerial de ejecutar el cierre de algunas de las tantas estaciones radiales que están bajo la mira del gobierno muy pronto se dé, y contrastando con eso, no hace mucho que entre gritos y llantos corrían personas desde la funeraria “los chaguaramos” hasta el hospital “clínico universitario” en busca de ayuda, producto de una balacera que se presentó en plena funeraria mientras se velaba otro muerto a plomo, en lo que podríamos llamar “un día más en la ciudad de Caracas”.

El otro día, pasando cerca de una institución educativa, vi un aviso en el que se podía leer: “Se busca profesor de educación basica". Favor abstenerse las personas egresadas del Pedagógico…”. Lo grave, más allá de la falla ortográfica en la palabra “básica”, está en la intención que revela el cartel, que debe ser lo que efectivamente llame nuestra atención: excluir de la formación de los muchachos a aquellos que se entrenaron para ello. Todo esto porque en el Pedagógico dictan cátedras a los alumnos que no están en consonancia con la ideología educativa del gobierno. Así, mientras los educadores egresados de dicha institución ven qué hacen para trabajar, otra vez por contraste, el Gobierno en la figura del Presidente de la república, promulga la propuesta de ley de educación hecha por el ministro Héctor Navarro y aprobada por la Asamblea Nacional; donde, entre buenos, regulares y malos artículos, hay uno que reza: “La educación universitaria estará regida por leyes especiales y otros instrumentos sub-legales en los cuales se determinará la forma en la cual este subsistema se integra y articula, así como todo lo relativo a:... Oferta de algunas carreras que por su naturaleza, alcance o impacto social, deban ser reservadas para ser impartidas en instituciones especialmente destinadas para ello.”(Artículo 32)

Si la idea de una universidad monotemática es ya una idea forzada — porque el concepto de “universidad” intenta referir a la unidad de múltiples carreras — esta ley, que otorga al gobierno de turno un poder que le permite discriminar sin ningún control, qué carrera universitaria será monopolizada por la ideología gubernamental, es una verdadera vergüenza para la nación en pleno. Y es que en realidad no resulta difícil leer las pretensiones del actual Gobierno: capturar aquellas carreras que forman profesionales que le pueden ser de alguna manera incómodos, para empezar a formar personas complacientes y dóciles a las políticas que pudieran ser implementadas. Este contraste entre las acciones del gobierno y el acontecer diario de la gente, es lo que me sirve de soporte para preguntar lo siguiente: ¿en qué anda concentrado el Gobierno? Si queremos responder a la presente cuestión, podríamos rastrear cuál ha sido el accionar que él mismo ha adelantado de un tiempo para acá, y descubriríamos al final, que todas sus acciones (la fallida ley de los delitos mediáticos, la ley de educación, el cierre de las emisoras radiales, de los canales de televisión, etc.) remiten a un mismo punto: las conciencias. Y más concretamente, al sentido moral que tenemos, desde el cual, fundamos nuestra visión de mundo. Pero, ¿por qué el Gobierno se interesa tanto por ese sentido y no, por ejemplo, por la delincuencia desbordada?

Veamos esto más en detalle. El sentido moral de los venezolanos, lo sabemos, poco respaldado por la desnutrida educación que casi 40 años de democracia bipartidista dejó, buscó casi instintivamente en el 98 un cambio. Ese hecho —la victoria de las fuerzas chavistas—, representa el registro de la acción de ese sentido que está en nosotros buscando lo bueno. Ese hecho, para los que lo vivimos con algo de conciencia, fue un aire de esperanza y alegría que evidenciaba la unidad de la gente, que sin conocerse pensaban lo mismo: “este es el hombre”.

En aquella época, se reaccionó no contra el Gobierno, sino contra toda la casta política que gobernó con sobrado tiempo para hacer lo que al final no hizo: beneficiar al de a pie. Ahora no nos resulta difícil entender el entusiasmo de aquellos días. Él era el producto de la apuesta que hacía la gente por lo nuevo y desconocido que proponía Chávez, frente a la vieja y arto conocida propuesta que representaba Salas Römer. Pero también, hay que decirlo, era una arriesgada decisión más pasional que racional. Bastaba mirar un poco mejor al personaje, su formación militar, su irreverencia, su irrespeto a las instituciones (dar un golpe de Estado es una evidencia irrefutable), su discurso de revancha que produce divisiones y desemboca en exclusión de sectores adversos, etc., para advertir que de las dos opciones él era la peor. Pero en realidad nadie puede ser plenamente culpable. La ecuación era clara: el movimiento chavista representaba exactamente lo opuesto a lo que teníamos, y si íbamos mal, con él, las cosas debían cambiar.

No obstante, ese riesgo que he intentado describir, no es natural, no es una condición de todo persona. Es sencillo y hasta obvio pensar que la gente tomaría el camino fácil, el seguro, ante una complicada e incierta situación. Esa opción existía para nosotros y no la tomamos. Eso dice mucho de nuestro sentido moral. Si una opción política novedosa saliera hoy a la luz pública, apuéstenlo, que algo parecido al 98 ocurriría de nuevo. Por eso, el Gobierno, si quiere enfrentarse al desgaste y a una oposición que muestre algo interesante y salir airoso, debe atacar nuestra formación ciudadana; y lo único que necesita, es acabar con ese arrojo que demostramos en el 98 al elegirle. Ese arrojo que es la marca de nuestra búsqueda de lo bueno y justo. Acabándolo, se pondría cuesta arriba la posibilidad de derrotar al gobierno en unas elecciones, al tiempo que mejorarían sus expectativas de alcanzar su meta del 2021 y más allá. Con esto, creo es claro el porqué el Gobierno se concentra tanto en ese sentido moral del que les hablaba. Buscar su extinción o en su defecto, su control, tiene que ser su divisa si desea seguir indefinidamente en el poder. Así, la pregunta inmediata que esta respuesta suscita a de ser entonces: ¿cómo puede lograrlo?

Podría decirse que infligir miedo atacando a los adversos a la gestión estatal, no tomando providencias de ningún tipo frente a la delincuencia e inutilizando e ideologizado las instituciones a las que el ciudadano recurre para denunciar (fiscalía, tribunales, policía, etc.), serían unas acertadas medidas para eliminar el espíritu arriesgado que demostramos tener, y en efecto lo son; pero no puedo concebir método más efectivo que el de lograr convencernos de que la visión de mundo sostenida por el chavismo, expresa más que el sentir de un pueblo, el camino correcto para la nación. Si ello es así, y si su visión resulta poco convincente, qué mejores medios para alcanzar tal propósito de convencimiento que el poseer o liquidar a todos los medios de comunicación que hoy son disidentes, intervenir casi a voluntad en el diseño de los pensum de estudios, lograr que la iglesia al menos se inhiba de realizar juicios respecto de los asuntos públicos. En fin, controlar todo ente que tenga que ver con la formación del ciudadano.

Si el presente artículo contribuye siquiera en lo más mínimo a aclarar posturas, hacer conciencia de la situación o convencer en algo a los incrédulos, habrá valido por completo la pena; si no es ese el caso, al menos que quede como una apuesta sobre el futuro hecha por la gente que firmemente adversa de hoy en adelante al actual Gobierno.

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