r e f l e j o s

Iranzo
Estudiante de la Escuela de Filosofía

La hermosa luz penetra con melodiante perpendicularidad su insignificante sueño. Despiértalo pero no dejes que se levante. Su vida aún es mecánica. Levántase por obra disímil. Siempre es difícil pisar a pie descalzo el hielo. El tiempo no lo perturba. El tiempo turba su memoria. Se coloca los vestigios que sólo él removerá. Pensando en algo se va de lo que algunos llaman casa. Su habitual compañera hoy sonríe pidiendo piedad. Acaso, qué es esto. Toma el bus, coge el metro; sin entender cómo llegó, sin embargo, lo hace. Entre vueltas y vueltas su estómago riñe. Dios siempre quizo intervenir. Hoy se llena de culpa. Mañana... no sé, nunca sabré qué será de mañana. Entra y escapa por laberintos de papel. El día se amarga a causa del toro. Espera impaciente el agrio contacto con sus recuerdos. Lucha por su falsa libertad. La Maga despierta su consciencia tras las risas. Devora otros hombres. Ora el sueño interrumpe su verdad. El idiota no escucha, intercambia papel por una insípida taza de té. Intenta entender a uno de los tres hermanos. Los ilusos leen a Cristo. Recorre los mimos pasos que todos los días, pero siempre cambiando su orden como descifró la batista. Miente a los que no merecen mentiras, y así con todas las cosas de este mundo. Todos tejen, él teje hilos de aire. Regresa con salmodiante estupor. Hace cosas inteligibles. Ve a un negro. Lee y repite que nada ha acabado